Mariana Baratta, 24 años
El 2013 no fue un año bueno para mi: en abril, me despiden del
trabajo, mi novio de cuatro años me deja y mi mamá empeora su salud a causa de
la obesidad (todo ésto en el mismo mes), ella fallece en septiembre de ese año.
Poco a poco,
empiezo a descuidar más y más mi salud, mi cuerpo, mi vida. Entro en período de
duelo y con ello arranca mi encierro, las siestas que duraban todo el día y la
comida a todo momento. No tenía ganas de hacer nada y cada vez me sentía peor.
Era inevitable
que la gente de mi entorno no me comparase con mi mamá y sus actitudes, “tené
cuidado, no termines como ella”, me decían. En vez de tomármelo como un
consejo, lo tomaba para mal (todo lo que
me decían lo tomaba para mal). Revelándome, enojada por todo, comiendo.
Me estaba matando en vida, pero no me importaba,
hasta que un día me importó. La mamá de una
amiga, paciente de Plan de Peso, me recomienda asistir al grupo. Me hizo pensar
que ya no podía estar como estaba, era hora de seguir con el dolor inmenso de
haber perdido a mi mamá a los 23 años pero pensando en mi futuro y salud.
Nunca había
hecho dieta y viendo a mi mamá haber pasado por tantos centros para adelgazar y
que ninguno haya funcionado, no era un gran aliento. Decidí no compararme como me comparaba el resto. Ella era ella, y
yo soy yo. Todos somos distintos. El
22 de noviembre de 2014, arranco el tratamiento, decido hacer dieta.
El segundo
paso fue enfrentarme con la realidad que tanto tiempo quise ocultar: saber cuanto
pesaba y cuanto debería bajar para estar sana.
Pesaba 104,8 y debería bajar 45 kilos. Me asusté pero al hacerme análisis y ver que a pesar de mi
obesidad, no traía ninguna enfermedad adicional, me motivó a seguir, bah a
arrancar con la dieta.
Lo primero que
hice es escribir mis dificultades, que gracias a mis kilos demás había
obtenido. Me sinceré conmigo misma e hice una lista de todo lo que no podía
hacer. Al leer todo eso escrito, mi cabeza hizo un “click”, ya no podía vivir sintiéndome así, mal, disconforme,
triste, irritada, etc.
Nunca me puse
la meta de pensar un peso en particular, solo quería que la lista que había
escrito con cosas negativas, se transformen en lo opuesto.
Estaba tan
enfocada que nada me tentaba, nada me podía distraer de mi objetivo. Poco a
poco, aunque mi entorno no se daba cuenta que estaba bajando de peso, me empecé
a sentir mejor, más ágil, más contenta. Personalmente sentí los cambios en los
primeros kilos bajados las primeras semanas de tratamiento. Cambios físicos como mentales, cambiaba la
manera de percibir las situaciones y las personas.
Siento que desde el momento cero que decidí hacer la
dieta, empecé a quererme, valorarme y a cuidarme como nadie podía hacerlo. Siempre pensando en la lista guardada en la mesita de luz de mi
cuarto.
La dieta y
todo lo que conlleva hacerla, me salía bien, hasta que empezaron las
dificultades. La gente ya me veía,
aunque me faltaban kilos por bajar. Ya la lista negativa se había transformado
en positiva pero todavía tenía sobrepeso. Yo estaba feliz, me ponía todo lo que
quería, me sentía bien, hasta había conseguido novio!.
El objetivo estaba tan cerca, que parecía que ya
había llegado, pero no. No se llega a ningún lado, sólo se llega a otra etapa
del proceso de cambiar de hábitos.
Tardé 2 meses en bajar esos 4 kilos malditos. Al cumplir exactamente 1 año de tratamiento, cumplo mi objetivo
de entrar en mantenimiento. Nunca tuve una satisfacción más grande que esa.
Hoy hace ya 8
meses que sigo en mantenimiento y día a día trato de entender que tengo una
enfermedad, que por más que esté rondando mis 60 kilos tan preciados, no me
tengo que perder, tengo que seguir en eje, disfrutando de toda la lista
positiva que conseguí gracias a los 45 kilos bajados pero pensando y comprendiendo con amor y sin enojo, que la obesidad está y
va a estar conmigo siempre. Sin embargo puedo dar fe, que con amor a uno mismo
y perseverancia, se puede dar lucha y ser feliz.
Rosa Frasca
Finalmente había dejado atrás los kilos que tanto me molestaban, que si
bien no eran demasiados, para mí tenían un gran peso.
Ahora empezaba el mantenimiento y la gran incógnita de cómo sería esta
nueva etapa del tratamiento.
Al principio me invadía el miedo de perder lo que tanto me había costado
lograr.
Me fui introduciendo y comprendiendo que no sólo tenía que cuidar lo que
comía. Lentamente fui descubriendo todo lo que antes de esta etapa me
"devoraba" sin encontrarle sentido ni sabor.
Semana a semana empezaron a aparecer las ganas de descubrir eso que
estaba tapado con los kilos, como una capa de protección y autocompasión.
Comencé a dejar de lado mi excesivo egocentrismo, pero a pesar de eso, a
encontrar un rumbo y a pensar en mí.
Van pasando los años y cada día es un reto donde voy descubriendo
facetas nuevas que hacen mi vida más placentera y consiguiendo logros
personales impensados para mí.
El desafío no siempre resulta como uno lo planea, pero así he logrado
aumentar la confianza, la constancia y la perseverancia.
Sin la atención de Flor y Diana, seguramente nada de esto hubiera sido
posible, con un acompañamiento terapéutico y humano destacables y por supuesto
de mi grupo, en donde encontré absoluta contención y con quienes hemos formando
un equipo maravilloso.
Cada día estamos más afianzados y compartimos nuestras vidas dentro y
fuera de las sesiones.
Ver sus logros, también me reconforta y me impulsa a seguir avanzando.
Intenté buscar un final, una conclusión para este relato, pero caí en la
cuenta de que este es un camino que sigo transitando todos los días un poquito,
pero ya no me asusta como en el comienzo. Sé que con voluntad somos capaces de
recorrerlo con éxito.
Débora
Salerno, 22 años
Dieta y psicología son dos
palabras que nunca me imagine que les iba a
encontrar un sentido uniéndolas, todo eso cambio cuando conocí a Plan de
Peso.
Desde que tenía 15 años me di
cuenta que mi cuerpo no era igual al de las otras chicas. No podía comprar la
misma ropa que ellas, comía más de lo que debía.
A pesar de eso durante los años
siguientes me seguí poniendo kilos encima. Durante mucho tiempo mi cuerpo me pedía un cambio y
trate con todas las dietas conocidas pero siempre sin obtener ningún resultado.
A fines de diciembre mi mamá me
pasó el número y la dirección de Plan de Peso, me aconsejo que llamara para pedir una
entrevista, en ese momento no le preste atención.
Pasarían tres meses para que
tomara conciencia de mi enfermedad y pidiera la entrevista. En ese momento
estaba un poca asustada ya que nunca había ido a un grupo terapéutico.
Cuando tuve la charla con Flor
caí en la cuenta, que con solo 22 años tenia un sobrepeso de casi 30 kilos. Darme
cuenta de eso fue un golpe muy duro. A pesar del gran desafió que tenia por
delante, estaba muy entusiasmada por llegar a mi peso y retomar las riendas de
mi vida.
Siendo la mas chicha del grupo
me pude integrar re bien con mis compañeros que me ayudaron con todas mis dudas
y miedos.
El tratamiento me hizo darme
cuenta que muchas cosas que yo creía conocer no eran como yo las pensaba.
Tener que escuchar cosas que no
eran muy agradables me ayudaron a salir adelante y dejar de poner excusas en el
tratamiento.
Me di cuenta que cuando se deja
de lado el plato de comida; otras cosas que eran tapadas por la misma empiezan
a salir a la superficie.
Algo muy importante que aprendí
fue que cuando se vive una situación extrema, dolorosa o momentos difíciles hay
otros caminos para elegir y no hay que recurrir a la comida, ya que lo único
que hace es tapar el dolor momentáneamente, entendí que si se quiere salir
adelante es necesario hablar y escuchar.
Hoy con 27 kilos menos y a solo
un kilo de entrar en mantenimiento puedo decir lo siguiente: durante estos
meses no solo baje de peso sino que me volví a encontrar conmigo misma, ahora
soy una persona mucho más segura de mi misma y no me dejo llevar por lo que
piensan otras personas, hasta la relación con mi familia y amigos cambio.
Todos esos logros se los debo
al grupo y a las dos licenciadas que me acompañaron, escucharon y me hicieron escuchar y darme cuenta que
todo es posible si uno lo desea.
Mi meta de ahora en adelante es
mantener mi peso y conservar este cuerpo y esta nueva vida que me ayudaron a
construir en este año.
CAROLINA, 32 años
Llegue a Plan de Peso en la víspera de Reyes, por consejo de mi gastroenterologa.
Ya habían pasado cuatro meses y varias series de exámenes que solo confirmaban una cosa: estaba enferma de obesidad. Y mi cuerpo se negaba a seguir tolerandolo.
No importaba lo que comiera, todo me causaba reflujo y un ardor matutino en las mañanas que solía confundir con hambre y que al alimentarlo con azúcar, leche y carbohidratos intensificaba el problema.
Llegue a desear diversos diagnosticos: ser celiaca, diabética, gastritis ulcerosa; cualquier enfermedad que me diera una poderosa razón para poner coto a mi voracidad que no lograba dominar. Hacer una dieta me parecía imposible, y tener la voluntad de sostenerla en el tiempo, un milagro digno de alguna virgen o santo espacial que viniera en mi rescate.
Sin embargo los exámenes probaban que mi único problema eran todos los kilos que empujaban mi sistema gástrico hacia algún lugar que hubiera espacio.
Tenía 32 años, exactamente la mitad de años de la edad en que murió mi madre; una mujer admirable para mí en todos aspectos pero que no pudo ganarle la batalla a la gordura y murió de cáncer de esófago producto(tal vez) de esos mismos reflujos gástricos que yo comenzaba a tener.
Creo que no hace falta explicar porqué en ese mismo momento que salí del médico, marqué el número de Plan de Peso, hable con Diana y concerté entrevista con ella de inmediato.
Cuando abrí la puerta a esta terapia en grupo, comencé mi duelo; dejé la autocompasión de resignarme a ser siempre gorda y lentamente salí del aletargamiento en que la obesidad nos arrincona. Recuperé energías, pude redescubrir a la joven que estaba atrapada abajo de tanta grasa. De repente para de comer me daba fuerzas para hacer otras cosas.
El tratamiento me enfrentó con partes mías que desconocía, descubrí los artilugios y redes de excusas que uno mismo se arma para justificar su responsabilidad en esto que nos autodaña, el exceso de comida.
Me enojé muchas veces que me hicieron ver la verdad de mis propias mentiras, hasta que entendí por mi misma lo engañoso que era mi visión enferma de esta adicción.
Salir de la zona de confort para ir en busca de lo que uno desea no es fácil, requiere mucha perseverancia, sacrificio y una gran cuota de confianza.
Confianza para creer que es posible, confianza para dejarse por completo en manos de los expertos y aferrarse al papelito de la dieta como si fuera una mágica oración.
La perseverancia es necesaria para saber que cada vez que uno cae siempre hay una segunda oportunidad, y tercera, cuarta hasta el infinito. Levantarse del atracón y retomar la dieta es el ejercicio que debe sostenerse en el tiempo.
Tuve que aprender también que todos los dolores pasan (o no), que el momento llega, que los problemas se resuelven si no los evito, y que nada pero NADA, de esto se alivia o soluciona comiendo.
Esta claro que cuarenta kilos menos después es fácil pararse en la tapa de revista, con el diario del mañana sabiendo los resultados, sin embargo estos fueron algunos ejercicios aplicados y que espero seguir sosteniendo.
Cada experiencia personal es diferente, pero sin dudas que en el camino de dejar que la comida sea el eje de nuestras vidas, se gana mucho mas que una silueta o diez talles menos de pantalón. Se gana la alegría de ser sanamento uno mismo.
Por último pero no menos importante, gracias a mis compañeras de camino que siempre confían, aconsejan, o simplemente entienden los miedos porque se sabe cuantas veces se puede caer, para volver a empezar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario